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DIPLOMACIA PARA EL DESARROLLO CON EQUIDAD

Dr. Euclides Acevedo

Los estudios y la experiencia diplomática me han enseñado la importancia de las relaciones entre los Estados y los pueblos, así como la relevancia de los órganos multilaterales. El desarrollo de un país depende determinantemente del factor interno, pero también de sus vínculos internacionales. Estas interacciones son cada vez más complejas y apremiantes. Es por ello que me valgo de esta publicación para señalar algunas de las ideas-fuerza que orientan el quehacer de nuestra diplomacia. Y a las que con rigor y profesionalismo nuestra gestión tiende a responder y a realizarlas, en el marco del irreductible patriotismo, y de una confraternidad alimentada por ideales y valores universales.

Somos de la idea de que hay que ir siempre hacia adelante. De sumar con nuestra actividad todo lo que fuere necesario para que el presente y el futuro no sean lo mismo que el ayer. Para que la

inercia no congele la historia, y sí efectivamente nuestra acción contribuya a su avance hacia un

mejor porvenir. De la patria y de ser posible del propio mundo. Por eso nuestra política exterior

se orienta en el actual Gobierno a desarrollar una estrategia de activa presencia internacional. Y con un sello pluralista y pragmático capaz de dinamizar nuestras relaciones exteriores a favor de los supremos intereses de la República del Paraguay, a fin de promover exponencialmente su desarrollo inclusivo y el bienestar general. Y de la misma manera, para contribuir solidariamente al progreso del mundo en el marco de una civilización que apuesta por la paz, la libertad y la justicia social. Para nosotros la democracia es más que un sistema político, con ser insustituible y mejorable como tal. Es también, un sistema social, económico y cultural. Sus principios de bien común, de igualdad ante la ley, de respeto a la diferencia y a la diversidad, son transversales a la sociedad toda. Como esenciales son los derechos a la soberanía y a la autodeterminación de los pueblos. En razón de esta concepción estructural de la democracia, en el sentido de una totalidad articulada en las partes --en lo político, social, económico y cultural--, asumimos una política exterior como sistema interactivo. Seguiremos, y ya hemos dado los pasos rápidamente hacia esa dirección, una hoja de ruta que permita al Paraguay proyectarse con más protagonismo y eficiencia hacia el mundo. Y, a la vez, lograr que esa proyección internacional se traduzca en un reimpulso del crecimiento económico --a pesar de la pandemia del Covid-19 que de manera apremiante ha venido reclamando nuestros esfuerzos-- y de una modernización con rostro humano en todo el país.

Por consiguiente, no solo estamos profundizando las relaciones que hemos venido manteniendo tradicionalmente con los países amigos. Al tiempo de hacerlas más fecundas y sólidas con las cooperaciones recíprocas, el Paraguay activa, con planificación y racionalidad, su presencia en esas naciones. Y con el explícito objetivo de materializar positivamente los vínculos que nos unen. Coordina también, de forma preventiva y oportuna, las políticas internacionales que preservan y fomentan un orden más justo y una vida digna para y entre todos los pueblos.

En coherencia con estos propósitos, nos empeñamos en ampliar y diversificar nuestras relaciones internacionales. Nos encaminamos a establecer, y ya hemos comenzado a hacerlo, relaciones diplomáticas con los países que merecen nuestra consideración y amistad por la destacada posición que ocupan en el mundo. Y, en particular, porque estos vínculos coadyuvarán nuestro comercio internacional, nuestra mayor complementación e, incluso, nuestra presencia en civilizaciones inmanentes a la historia de la Humanidad. Y aún más, tenemos también la intención de re-significar nuestras relaciones con aquellos países que hoy se constituyen en la vanguardia de las tecnologías y las ciencias del mundo contemporáneo. Ello, porque el Paraguay saltará en este siglo XXI a ser igualmente protagonista de la Era del Conocimiento y la Innovación.

Una de las enseñanzas de la historia es la que nos recuerda que las más difíciles, trabajosas y complejas relaciones son las que tenemos con los países vecinos. El Paraguay acaso sea un testimonio ejemplar de esa experiencia. Pero en contrapartida también son las naciones con las que más tenemos intereses comunes. De ahí que nuestra política tiende a fortalecer unas relaciones proactivas capaces de comprometer a los gobiernos y a sus pueblos en un meta-proyecto de compartido desarrollo en democracia y con equidad. La realización de esa gran meta dependerá de nuestro avance real hacia la integración. Integración equilibrada y sin asimetrías. Y la que, a su vez, será la base paradigmática de la integración mayor, del Cono Sur y de la América Latina toda. A ese efecto, la superación de la retórica es fundamental para nuestra diplomacia. Cuestión que esperamos demostrar con nuestra política hidroenergética y con el histórico acuerdo de integración interregional Mercosur-Unión Europea. El que luego de 20 años de negociaciones logramos en principio consensuar y que, según las fundadas expectativas, al concretarlo formalmente contribuirá al desarrollo recíproco de ambas regiones de Occidente. Además, los sólidos vínculos socio-culturales nos impelen a edificar con urgencia este puente inter-comunitario de naciones.

No ha sido por azar que en el siglo pasado se diseñó y construyó el multilateralismo. Y que ahora la lucidez y la sensatez nos instan a los Estados a fortalecerlo. Si la ciega competencia por la hegemonía o la sombría ignorancia que aún sobrevive ponen, sin remedios, en peligro a la “Patria-Tierra”, más que nunca nos apremia esas instancias transnacionales, como la ONU, para que luchemos contra la destrucción del medio ambiente. Y, a la vez, contra la violación de los derechos humanos. En este continente y donde sea. Y que sin cesar nos dediquemos a universalizar la educación, la calidad de vida, la tolerancia, la superación de todas las discriminaciones y el respeto entre los unos y los otros. Que hagamos del sueño de la libertad una realidad mundial. Y de tantos otros principios para que el imperio del Derecho evite la bárbara discrecionalidad de los hombres. Por lo enunciado, el Paraguay aboga –y abogará-- en todos los organismos internacionales y en sus vínculos interestatales a favor del multilateralismo. Es decir, a favor del diálogo, la razón y la cooperación a escala planetaria.

Lo dicho, antecede y justifica nuestra política de activa presencia del Paraguay en el mundo. Pues de la interacción que existe entre lo interno y externo depende el desarrollo endógeno y exógeno. En virtud de esta lógica, pero sobre todo porque deseamos que nuestro país figure en los estándares superiores de progreso y evolución, de previsibilidad y transparencia, de elegibilidad y respetabilidad, abrazamos la vía de una diplomacia enteramente entregada al servicio de los innegociables intereses de la patria. Y forjadora a un tiempo de un mundo mejor, más justo y solidario.

Por lo expuesto, celebro una nueva edición de la Revista Diplomática. La que es fruto de una labor encomiable de los cursantes de la Academia Diplomática. Y que refleja los esfuerzos de los funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores por servir, con conocimiento, eficiencia y patriotismo, a los altos e irrenunciables intereses nacionales. A la vez, nos invita a reflexionar sobre el pasado, el presente y el futuro de la política exterior paraguaya.